una persona le contó a otra que hubo un día que pensó en lastimarse mucho, para no decir suicidarse (aunque se lo terminó diciendo). sorpresa: el confesor lloró, el receptor de esa confesión se quedó inmóvil, pero rápidamente reaccionó. pisó las palabras conformantes de la confesión para asegurarse que quedaran irreconocibles a los ojos de los transeúntes y se despidió con una promesa hecha de hoja de otoño.
pasaron los meses y el confesor no paró de llorar.
sorpresa: el confesor se encontró solo y con ganas de matar.
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