domingo, 4 de noviembre de 2012

pequeño relato desesperado

Estoy varada en Ramos Mejía a las dos y cincuenta y cinco de la madrugada en una estación de servicio, por que tengo frío. todo acá es tan horrible, la radio am que escucha el viejo del mostrador mientras masca chicle, las personas que juegan de transeúntes paseándose en la calle de lado a lado, su ropa, la música, los autos tuneados. todo. entran a comprar chicles o cigarrillos, todo con c. todo me da asco.
si viese esta situación desde afuera, incluyendome; veo una mancha en toda esta tela entretejida de la noche conurbana: soy yo que desentono. pero ¡ay! que bien que lo haga. me supongo inmaculada, mucho más clara que los demás. hay algo que entendí y me gusta ser consciente de ello. no es una declaración de odio hacia nadie. creo que es una declaración de principios hacia mí. no sé lo que soy, pero por lo menos sé lo que no soy. 
viene el colectivo, ya era hora. no me alejo de todo este mundo, aunque me contento encerrandome momentáneamente en un cuarto a creer que vivo en otro lugar- estoy desesperada, por respirar aire contaminado pero con el gusto que yo quiero. ya lo olí, ya me voy a ir a respirar todo lo que quiera. espero no volver a ramos mejía por mucho tiempo, casi me hace llorar pensar que podría haber llegado a pertenecer a todo ese mundo del cual hoy me jacto de verlo de lejos.

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